jueves, 22 de abril de 2010

Las plumas de las tórtolas (1)
















(Junior mostrando sus plumas carrilleras. Merece la pena pulsar en las fotos para verlas ampliadas).



Si hay algo obviamente extraño y atrayente de los pájaros es el hecho de que en lugar de piel o escamas presentan plumas, esa sublime creación de la naturaleza. Ese ser poco agraciado que nace de un huevo, se transforma, como por arte de magia, en la quintaesencia de la belleza por obra y gracia, sobre todo, de sus plumas.

Como son tres los ejemplares que tengo en casa para observar, y relacionados genéticamente de distintos modos (Walter y Amélie no tiene relación; Junior es su hijo común), puedo indagar qué cosas son propias de la especie, y cuáles se heredan. En las plumas, en particular, es notable comprobar cómo su disposición es muy semejante, y con esto quiero decir que coinciden casi pluma por pluma; estoy seguro que si los seres humanos tuviésemos las plumas de una tórtola se sabría exactamente cuántas son, y en los atlas de anatomía figuraría su disposición exacta, tanta es la regular disposición de las mismas.

Hoy quiero fijarme en las plumas especiales que se sitúan bajo los ojos, entre el pico y el cuello, y que, a falta de conocer si tienen nombre científico, yo denomino "carrilleras". En las dos fotos de Junior, se aprecian, creo yo, perfectamente. Como puede verse, están dispuestas de modo que sobresalen un poco de la cara, separándose del resto. Además, sus barbas aparecen más irregulares, siguendo un diseño más intrincado. Su funcionalidad exacta se me escapa, tal vez contribuyan a disipar el calor más eficazmente, o sirvan para desviar el agua y que no siga escurriendo, como nuestras cejas.

De lo que no me parece que haya duda es de que le dan a la tórtola un aire personal, en cierto modo humano. ¿No son preciosas?

domingo, 18 de abril de 2010

Vida de pareja

(Las tres tórtolas con mi compañero Félix. De izquierda a derecha, Amélie, Walter, y Junior. 
Obsérvese el parecido entre Walter y Junior)

Definitivamente se han consolidado las relaciones entre las tres tórtolas de mi casa:

Amélie, la que originó todo entrando un día por la ventana de mi casa, es una hembra fuerte y buena. Pone huevos continuamente (por eso la dejo dos o tres semanas que empolle unos huevos no fecundados, para que no ponga tan seguido), y prodiga cuidados amorosos a Walter. Cuando está a solas con Amélie a veces convive pacíficamente, y a veces le lanza picotazos.

Walter, el macho blanco que compré unos meses después, es un macho absoluto; corteja a Amélie, pero también a Junior, al dibujo de la tórtola de la caja de comida, a su reflejo en los espejos, y (literalmente) a su propia sombra. Se turna con Amélie en el empolle de los huevos, y no tolera la presencia de Junior, salvo para desplegar su cortejo; pero inmediatamente se lanza en su persecución y trata de que se aleje, con picotazos y aletazos; por suerte es el pájaro más torpe volando de los tres.

Walter y Amélie forman una pareja consolidada, no se pelean, y comparten territorio sin ningún problema. Junior sin duda echa de menos su compañía, a menudo va a buscarla, aunque siempre recibe un ataque frontal y conjunto por ello. Claro que, en cambio, es quien más mimos recibe por nuestra parte, y quien más nos demuestra su cariño y afecto. Eso a su vez levanta la envidia de Walter y sobre todo de Amélie, quienes de vez en cuando reclaman su derecho a posarse en nuestras cabezas o manos, y recibir también mimos y caricias.

El único inconveniente de todo esto es que no podemos dejar en el mismo recinto a las tres tórtolas, lo cual es un problema a la hora de ausentarnos de casa.

El paladar de las tórtolas

 
Junior decidiendo qué será lo siguiente que coma

Una de las sorpresas más curiosas que me ha dado el convivir con tórtolas es comprobar que tienen un sentido del gusto bien desarrollado. Esto se comprueba porque eligen sus alimentos siguiendo unos gustos muy estrictos, por ejemplo, gran parte de su comida son compuestos comerciales consistentes en una mezcla de semillas de distintas plantas; pues bien, lejos de engullirlas indiscriminadamente, rebuscan aquellas más a su gusto, y las van consumiendo en estricto orden, de más a menos apetitosas. Podría pensarse que tal vez esta elección nada tiene que ver con el sabor, sino que por el color, la textura, el tamaño, etc., las tórtolas seleccionan sus alimentos; pero esto viene desmentido cuando hacemos la "prueba del pan": además de los preparados comerciales que indico, también doy de comer migas de pan a las tórtolas (cosa que desaconsejan algunos criadores, pero es que a ellas les encanta); estas migas deben ser compactadas en forma de bolita previamente a su ingesta, conformando porciones de aproximadamente el tamaño de un guisante; es importante hacerlo bien, pues rechazan las migas si no están suficientemente compactadas. Y aquí viene lo curioso, si el pan se ha contaminado de algún tipo de sabor, por tener los dedos impregnados de otro elemento culinario, por ejemplo, las tórtolas rechazarán el pan.

Aparentemente, antes de comer nada las tórtolas averiguan cómo sabe el futuro alimento, y solo si les gusta la prueba lo engullen. ¿Cómo lo consiguen? Mi teoría es que producen saliva, y con el pico mojan el alimento, (una porción infinitesimal); esta saliva, impregnada de sabor, es la que les ayuda a decidir si comerán o no.

Las tórtolas son animales muy precavidos, y cuando sus antepasados salvajes estuviesen en la Naturaleza se enfrentarían de continuo al dilema de si comer o no algo a su disposición; decidir apropiadamente sin duda les proporcionaría una valiosa ayuda para su supervivencia. También en mi casa ellas encuentran por todos lados papelitos, trozos de cal, de plástico, ceniza... por suerte sus hábitos "sibaritas" evitan que se coman lo que no deben.