jueves, 22 de abril de 2010

Las plumas de las tórtolas (1)
















(Junior mostrando sus plumas carrilleras. Merece la pena pulsar en las fotos para verlas ampliadas).



Si hay algo obviamente extraño y atrayente de los pájaros es el hecho de que en lugar de piel o escamas presentan plumas, esa sublime creación de la naturaleza. Ese ser poco agraciado que nace de un huevo, se transforma, como por arte de magia, en la quintaesencia de la belleza por obra y gracia, sobre todo, de sus plumas.

Como son tres los ejemplares que tengo en casa para observar, y relacionados genéticamente de distintos modos (Walter y Amélie no tiene relación; Junior es su hijo común), puedo indagar qué cosas son propias de la especie, y cuáles se heredan. En las plumas, en particular, es notable comprobar cómo su disposición es muy semejante, y con esto quiero decir que coinciden casi pluma por pluma; estoy seguro que si los seres humanos tuviésemos las plumas de una tórtola se sabría exactamente cuántas son, y en los atlas de anatomía figuraría su disposición exacta, tanta es la regular disposición de las mismas.

Hoy quiero fijarme en las plumas especiales que se sitúan bajo los ojos, entre el pico y el cuello, y que, a falta de conocer si tienen nombre científico, yo denomino "carrilleras". En las dos fotos de Junior, se aprecian, creo yo, perfectamente. Como puede verse, están dispuestas de modo que sobresalen un poco de la cara, separándose del resto. Además, sus barbas aparecen más irregulares, siguendo un diseño más intrincado. Su funcionalidad exacta se me escapa, tal vez contribuyan a disipar el calor más eficazmente, o sirvan para desviar el agua y que no siga escurriendo, como nuestras cejas.

De lo que no me parece que haya duda es de que le dan a la tórtola un aire personal, en cierto modo humano. ¿No son preciosas?