miércoles, 28 de diciembre de 2011

Durmiendo en mi mano

(Junior durmiendo sobre mi mano izquierda mientras lo dibujo con la derecha)

Junior, la tortolita que nació en casa, duerme encima de una repisa del recibidor, tiene un cartón sobre el que hay un cuenco de cristal que hace las veces de nido, lleno de trocitos de papel que ella recoge. Allí es donde pone los huevos y los empolla, aunque si no tiene huevos prefiere dormir fuera, sobre el cartón. Pero eso es cuando me voy a la cama, que es muy tarde, a la una o las dos de la mañana. Antes se niega a acostarse, y trata de mantenerse a mi lado (en cambio Walter y Amélie se sitúan en su nido del balcón mucho antes y allí mantienen una cierta duermevela). Normalmente a última hora de la noche estoy delante del ordenador, y Junior viene a posarse sobre mi hombro izquierdo, y allí se duerme profundamente; cuando me voy a la cama lo pongo en su casita, pero es lo último que hago antes de apagar la luz, pues si le doy un poco de tiempo vuela de nuevo encima de mí: es evidente que si pudiera dormiría encima de mí toda la noche.
Anoche Junior varió un poco la rutina y se subió en mi mano izquierda, que tenía apoyada en la mesa del ordenador. Poco me habría costado subirla a mi hombro, pero dormía tan a gusto que me dio pena hacerlo; en cambio, y usando solo la mano derecha, busqué un lápiz y un papel para hacer el pequeño apunte que os muestro; si os fijáis en el cuerpo de Junior se transparenta la otra cara del papel: un comic de Tintín. Luego, lo escaneé y con Photoshop coloreé mi mano y puse blanco liso el fondo, pues ahí sí pude quitar la transparencia del otro lado.
En el dibujo se nota perfectamente lo que hacen las tórtolas para dormir: encrespan las plumas de la cabeza de un modo característico, formando un casquete erizado de plumas, en filas paralelas, como un pequeño erizo. Es más: cuando forman así las plumas sé que tienen sueño y quieren dormir. También abren y cierran el pico de modo característico, y he aprendido a constestar a sus gestos con otros míos que vendrían a decir "yo también tengo sueño", con lo que se duermen con más facilidad.
Pero solo Junior duerme sobre nosotros, (también le encanta echarse la siesta), y justamente yo soy su percha nocturna. Es gracioso cuando por la noche estoy viendo la tele en lugar de estar en el ordenador, entonces claramente da muestras de disgusto e impaciencia, incluso vuela a la silla del ordenador, no necesita hablar para que comprenda que le parece muy mal mi ausencia, incluso me pica, en fin, hace todo lo que está en sus alas para llevarme "a mi sito".
Por último, Junior es la única de las tres tórtolas que se abstiene de hacer "popó" cuando está encima de nosotros; cuando calculamos que tendrá ganitas la separamos un poco de nosotros, y enconces sí, ahí va una de sus bolitas inodoras de excremento, pero la muy pilla no lo hace mientras duerme sobre nosotros.
Es una ricura.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Caprichos de tórtolas

(Junior con una semilla de pimiento en el pico)

Ya se sabe que las tórtolas comen, sobre todo, semillas y alimentos similares. En la práctica, les doy varios tipos de pienso para pájaros. La comida es algo muy importante para ellas, ya que al ser animales pequeños, tienen un metabolismo alto que los obliga a alimentarse con mucha frecuencia. Pero mis tortolitas no son unos animales cualquiera que se conforman con lo primero que se pueden llevar al pico, ¡qué va!: son unas sibaritas. Haciendo balance, Amélie es la que tiene unos gustos y hábitos más amplios, y en su dieta figuran frutas, verduras, dulces, semillas...; Walter en cambio admite muchos menos alimentos, y Junior es un caso intermedio.

Por lo pronto, la comida habitual, la preparada para pájaros, les gusta solo si es fresca, a los pocos días ya no le hacen caso. Claro que si no hubiera otra cosa seguro que se la comían, pero como yo les doy todos los caprichos, se pueden permitir el lujo de desdeñar la que está vieja, ¿cómo harán para distinguirla? Pero el hecho es que es así. 

Su personalidad es distinta en todo, y también referida a la comida; la más lista es, como siempre, Amélie, que en cuanto escucha el sonido de la caja de pienso, o nos ve abriendo algo sospechoso (aunque resulte ser una caja de galletas), vuela disparada como una flecha a la mano ejecutora. Por eso los viernes, cuando las dejo solitas en casa, porque me suelo ir fuera el fin de semana, y los cuencos de comida están limpios y con comida recién puesta, Amélie se da un atracón.

Pero bueno, hasta aquí todo es más o menos normal. De lo que quería hablar es de los alimentos "no estándar" con los que también suelo obsequiar a mis amigas. Este sería un pequeño resumen:

Miga de pan: Se supone que no es un alimento ideal, porque carece de fibra, y todo eso; pero les encanta a las tres. Hacemos bolitas del tamaño de guisantes, y se las vamos dando de una en una, siempre con el pan recién traido de la panadería, muchas veces incluso caliente. Quien más come es Walter, y después Amélie; Junior se ve mucho menos atraída por este manjar.

Azúcar: Es inevitable, por tomar café o por otros motivos, que a veces quede algo de azúcar en algún sitio accesible; pues lo mismo que niños ante golosinas, las tórtolas van consumiendo granito a granito ¡parece magia! Y es que les encanta. A la que más, a Amélie. El azúcar es energía en estado puro, pero procuro que no tomen demasiada, porque ignoro si demasiada glucosa les puede afectar.

Semillas de pimiento: Por casualidad descubrimos que las semillas de pimientos rojos o verdes les apasionan, las tres las devoran con igual voracidad, sobre todo las dos hembras. Normalmente se las damos en la mano, aunque a veces dejamos el trozo de pimiento con sus semillas para que las picoteen.

Trocitos de galleta: Si desmenuzamos galletas en fragmentos suficientemente pequeños, las comen con ganas. Seguramente la mezcla de azúcar y cereales les resulta muy sabrosa.

Zanahoria: En trozos muy pequeños le encanta a Amélie, y a veces Junior come alguno; Walter no. La comen cruda, y mejor si está cocida.

Fruta (melón, piña, naranja...): Igual que con la zanahoria.

Arroz y guisantes: En crudo apenas si les interesa. Cocidos sí, especialmente el arroz lo devoran, (Walter un poco menos, pero no le hace ascos).

Estos son los casos más interesantes, aunque a veces picotean algo de sal, o semillas de melón, etc., pero son excepciones. Ver comer a estas amigas me proporciona un indudable placer, creo que cualquiera, niño o mayor, disfruta cuando una tórtola recoge alimento de su propia mano, sentir ese roce con el pico es algo muy especial que todo el mundo debería conocer. Qué suerte tengo al experimentarlo tan a menudo.


lunes, 7 de noviembre de 2011

Esto no es una tórtola

 (No, no es Walter, ni tampoco Junior; es una bonita paloma blanca murciana)

Este fin de semana hemos estado haciendo turismo en Murcia. A la puerta del ayuntamiento un grupo de palomas esperaban pacientemente que no hubiera nadie para bajar a picotear el arroz que, a puñados, se tira a la salida de las bodas. Entre las palomas, gordas y con sus plumas grises y tornasoladas me pareció ver ¡tórtolas blancas! Pero no, fijándome bien caí en la cuenta que eran también palomas, y es que en mi infancia recuerdo ver en mi Toledo natal palomas de varios plumajes, entre ellos los de las palomas blancas, aunque hace muchos años que parecieron uniformarse de un gris muy vulgar: en Toledo todas las palomas son grises. Pero en Murcia no, y para muestra este bonito ejemplar de la foto. Es, creo yo, una hembra.

Si queremos jugar al juego de los errores, y buscar diferencias con las tórtolas, estos son los que considero más notables:
1) El tamaño. Si pusiéramos al lado una tórtola y una paloma, esta última seguramente resultaría el doble de corpulenta.
2) Sobre el pico la paloma tiene una especie de "moco", ausente en las tórtolas. Además, el pico de las palomas es, en proporción, más cónico, corto y recto.
3) Rasgos más robustos: las palomas apenas tienen cuello, las patas son más gruesas, y su forma general es más pesada.
4) Las palomas carecen del característico collar delgadito que todas las tórtolas tienen, incluso las blancas (aunque en estas resulta poco visible).

Todo esto es a simple vista; además, estoy seguro que las palomas son más inquietas que las tórtolas domésticas, por eso de pequeño siempre pensaba, cuando un mago dejaba sobre una percha a una "paloma" blanca, recién usada en un truco, y esta reposaba con tranquilidad, ¿por qué no se va? Y es que una paloma difícilmente soportaría estoicamente en un escenario. Pero claro, es que no son palomas: son tórtolas.

En todo caso, ¡qué bonitas son las palomas de Murcia!



lunes, 31 de octubre de 2011

Walter se ha hecho daño en un ala

(Walter y Amélie tomando el sol de otoño encima de un tiesto.)

De las tres tórtolas, quien peor vuela es, sin duda, Walter. Cuando llegó a casa apenas si podía hacerlo, pues posiblemente el jaulón donde vivía no se lo permitía. Era gracioso verlo aletear, levantándose del suelo a duras penas y haciendo un ruido enorme, como quien mueve un abanico con denuedo. Parecía uno de aquellos pioneros de la aviación con sus locos cacharros, que por más que los movían no se despegaban ni un palmo. Poco a poco eso cambió, y su habilidad ahora es mucho mejor que al principio. Pero con las alas las tórtolas hacen algo más que volar: también se pelean. Después de todo, son sus extremidades superiores, y en sus disputas territoriales las emplean para atacar y defenderse. Precisamente en estos días la rivalidad de Junior con sus padres ha venido trufada de escaramuzas, y en una de ellas el pobre Walter se ha decho daño en su alita izquierda. No creo que esté rota, porque la mueve e incluso se atreve a intentar volar, pero claramente le duele, y se caído al suelo un par de veces.

Resulta de lo más interesante ver cómo afronta su invalidez esta ave, y la reacción de Amélie, su pareja. Esta última lo acaricia y claramente intenta consolar, acompañándolo más de lo que haría si estuvese sano. Walter por su parte trata de moverse lo menos posible, y aunque tiene menos apetito hace lo posible por comer. Solo si Junior se acerca mucho le planta cara y trata de aparentar unas fuerzas que no tiene, pero hacemos lo posible por que estos episodios no se produzcan y repose todo lo que pueda. Perfectamente su comportamiento nos puede servir de modelo en caso de enfermedad o accidente, sus enseñanzas son estas:

1) Aceptar con naturalidad el hecho mismo de la enfermedad o invalidez, es un hecho que forma parte de nuestra realidad.
2) Cambiar nuestro comportamiento habitual, de modo que se favorezca todo lo posible la recuperación.
3) Ayudar a los enfermos o incapacitados con naturalidad y dulzura, prestándoles más atención mientras estén en esta situación.
Creo que si realmente hiciéramos esto, nuestra salud física y mental nos lo agradecerían. 

Seguro que muy pronto Walter volverá a estar bien.

domingo, 9 de octubre de 2011

Relevo en el nido.

Para que las puestas de huevos sean lo menos frecuentes posibles, tenemos la estrategia de dejar tanto a Junior como a Amélie que empollen unos huevos falsos que cambiamos oportunamente; en realidad son huevos pasados de fecha. Junior, pobre, tiene que quedarse sola en el nido, pero Walter y Amélie se relevan cada día a horas fijas para hacer el empolle; concretamente durante la noche es Amélie quien se queda sobre los huevos, y a la mañana, cuando Walter ya ha desayunado, acude puntualmente al nido y hace el relevo con su pareja. Este acto, tan simple y repetido, no deja de tener su encanto, pues durante unos instantes las dos tórtolas se acicalan e intercambian unas caricias. En este vídeo puede verse este momento; es interesante observar al final cómo Amélie sale volando de modo explosivo, ¡le encanta hacer eso!

jueves, 15 de septiembre de 2011

No es otoño aún, y ya caen cosas...

(Plumón de Junior. La plumita de la izquierda mide unos 4 cm, las otras más o menos 1 cm.)

La semana que viene entraremos en otoño en el hemisferio norte, que es la época en la que caen las hojas de los árboles. Pero esta semana la ha elegido Junior para cambiar su plumón, ¡tenemos la casa perdida de esta lluvia maravillosa y blanca! El resto de las plumas propiamente dichas las cambian las tórtolas poco a poco, de una en una, pero el plumón tiene su momento (creo haber leído que cada tórtola tiene su momento de muda, que suele ser anual). La verdad es que yo no me había fijado hasta ahora de eso, pero ha sido imposible pasarlo por alto esta vez, ya que la caída de plumón es copiosa y continua. 

La foto que he puesto en realidad es un escaneado de unas cuantas piezas de plumón, tiene muchísima resolución, por lo que si pincháis en ella y la abrís a su tamaño podréis apreciar unos detalles muy interesantes. Me llama la atención lo rápido que el plumón se deteriora, y pienso ahora en que Junior, como sus papás, pasa mucho tiempo acicalándose, mimando sus plumas, peinándolas, aceitándolas... no es un capricho, sino una necesidad. Recuerdo que Junior, cuando aún tenía pocos días de vida, tal vez una semana, y por tanto no le habían salido las plumas, ya tenía la impronta que le hacía recorrer con su pico incipiente unas plumas entonces imaginarias, cuando solo estaban insinuadas por los cañones. 

Y el plumón no deja de ser un tipo de pluma: son las plumas de relleno, las que no se usan para volar, sino para cubrir el cuerpo. Así, vistas de cerca, me recuerdan esas boas pasadas de moda de las artistas del charlestón, y es que tienen algo de lujo, ¿verdad? De momento estoy guardando todo el plumón que puedo, sin saber muy bien qué uso les daré, tal vez algún complemento para los clicks, o tal vez lo guarde tal cual. Se estropea enseguida, ¡yo no lo sé cuidar como Junior!

Pero de momento su muda ha puesto en casa el punto final al verano. Ahora vendrá el dorado otoño y el claro invierno de Madrid, que tanto me gusta.

miércoles, 27 de julio de 2011

Un baño en la piscina

(Amélie y Walter dándose un bañito en el balcón)

Este verano no está siendo, por ahora, demasiado cálido. Salvo una semana tórrida en Junio, no hemos padecido días demasiado rigurosos. De las tres tórtolas que viven en casa, dos de ellas (Walter y Amélie) tienen su nido en el balcón, y cuando tienen huevos siempre una de las dos los está empollando, mientras que la otra opta por refugiarse prudentemente en el interior del piso. A las dos les gusta darse un baño de vez en cuando, para lo que siempre tienen dispuesto un cuenco de cristal con agua limpia. Da gusto ver cómo se dan un chapuzón, supongo que para los animales que viven en libertad esto supone, además de un momento de frescor, un método para deshacerse de parásitos; por suerte mis tres tortolitas están libres de ellos (que yo sepa), ya que su aislamiento y el spray insecticida con que las rocío dificultan mucho su adquisición.

Ojalá Junior también se bañara de vez en cuando, me cuesta horrores que lo haga, por lo que la mayor parte de sus duchas son obligadas: la sujeto mientras con la manguera de ducha someto su plumaje a un chorro purificador de vez en cuando, así, por la fuerza.

Mientras tanto, ver bañarse a una tórtola en su particular piscina, y luego secarse pacientemente, me sigue pareciendo un espectáculo tierno y divertido.

miércoles, 6 de julio de 2011

Ahora comprendo que soy padre

(Junior acaba de bajar de su nido y se dispone a comer)

Creo que ya he comentado en alguna ocasión que tanto a Amélie como a Junior, las dos hembras, les permito empollar los huevos más o menos una semana, y luego se los quito o los sustituyo por otros infértiles (en el caso de Junior no hace falta normalmente ya que no suelen estar fecundados... solo si me descuido y su papá Walter se aprovecha la cosa cambia). En estas últimas semanas en realidad me limito a quitarles los huevos a la semana.

Por otra parte, mientras están empollando huevos la pareja Walter-Amélie sigue un sistema de turnos bastante estricto: A primera hora de la mañana Walter releva a Amélie y se queda él empollando; al caer la tarde Amélie hace el relevo y se queda en el nido hasta el día siguiente. Eso les permite comer, beber y estirarse, pero ¿qué pasa con Junior? Ella, claro, no tiene a nadie con quien relevarse, así que cuando considera que debe hacerlo, baja unos minutos del nido, come, bebe, hace sus necesidades, se estira un poco, y finalmente regesa a su inútil pero tranquila tarea de empollar.

Mientras las tórtolas están en el nido me acerco a veces para darles de comer o beber, cosa que normalmente agradecen. Si son Walter o Amélie, comen hasta que no quieren más, y luego me ignoran, pero Junior se comporta de un modo muy distinto, ¿qué hace? Al acercarme con comida come un poquito, ¡y se baja del nido! He tardado en darme cuenta de que interpreta mi presencia como un relevo, es decir, como si yo fuera el papá que va a relevarla. Claro está que luego ve que no hago nada de eso, pero su instinto de darme el relevo funciona. Esto está muy bien, porque a veces ha pasado hasta 24 horas en el nido (y yo decía: bueno, ya bajará cuando quiera), en cambio subiéndome hasta su nido y ofreciéndole comida consigo automáticamente que baje a comer y beber y se dé una vueltecita.

Y es que, según Junior, el papá de los huevos... soy yo.

jueves, 30 de junio de 2011

Sexo de verano

(Walter y Amélie afrontando el verano tras pasar por Photoshop)

La pareja que forman Walter y Amélie no es ya un amor pasajero, sino que forman sin duda una pareja consolidada. Siguen prodigándose todos los mimos imaginables, y no parece que eso tan humano del decaimiento en el deseo sexual y la rutina subsiguiente sea un problema para ellas, felices y efusivas como el primer día. Es más. Amélie está dando un paso más allá y adoptando una curiosa conducta sexual; consiste en realizar la cópula al revés, es decir, intercambiando los papeles masculino y femenino. Para ello, y tras los preliminares de costumbre (acicalamiento, besos, etc.), Amélie se sube sobre el dorso de Walter, quien entonces trata de aplanarse, aplastándose contra su base; hace entonces Amélie la contorsión consistente en doblar su punta final, a fin de acercar su cloaca a la de Walter, como si lo quisiera fecundar, y tras unos espasmódicos instantes ambos lanzan el cacareo triunfal que da por finiquitada la cópula. Todo normal... salvo que los papeles se han intercambiado.

Dudo mucho que estas cópulas resulten apropiadas desde el punto de vista de la fecundación, más bien parece que es un modo de afirmación de Amélie y de sometimiento de Walter. Además, solo he observado este comportamiento desde hace pocos días, así que parece resultado de la madurez como pareja.

Y, como siempre, la tentación de comparar con nosotros y sacar conclusiones es inevitable...

viernes, 17 de junio de 2011

El reposo de las tórtolas

(Amélie echándose una siestecita)

Cuando las tórtolas descansan, tienen varias posturas para elegir. Esta que vemos en la foto es la que supone una mayor tranquilidad y despreocupación. Consiste en reposar directamente sobre la panza, con las patas plegadas, y las alas recogidas pero ligeramente separadas del cuerpo, tocando el suelo también y proporcionando así un anclaje firme. En la foto incluso vemos que Amélie tiene los párpados cerrados, algo poco común. Supongo que por la propia naturaleza de estas aves, que en la naturaleza no pueden dejarse sorprender así como así, esta no es la postura habitual de reposo; por ejemplo, por la noche Walter suele apoyarse en el asa de metal prevista para soportar un tiesto, con las patitas rodeando el metal; es una postura menos entregada, con el cuerpo bastante vertical; en cambio, en el reposo de la foto vemos que el cuerpo está horizontal al suelo. Además, se forma una especie de joroba muy característica justo antes del nacimiento de la cola.

Junior se pone así cuando se echa la siesta sobre nosotros (es la única que lo hace), pero Walter y sobre todo Amélie a veces se echan de este modo también, suele ser siempre en el interior de casa y durante el día, supongo que de algún modo consideran que están en un entorno perfectamente seguro.



viernes, 27 de mayo de 2011

Primavera en el balcón

(Junior picoteando la hierbabuena en el balcón)


Atrás parecen quedar los días de frío, así que hemos quitado del balcón la protección de plástico que lo aisla, y se ha quedado sola la rejilla de plástico, que permite entrar el aire y el sol. Normalmente solo pueden disfrutarlo Walter y Amélie, que son los que tienen su nido en él (Junior duerme sobre el perchero del pasillo, donde tiene una tabla y un nido cómodo pero interior); pero hemos aprovechado que el rincón inferior derecho, que es el que se ve en la foto, queda oculto de las miradas de quien ocupe el nido (en la parte superior izquierda), para poner a Junior a tomar el sol. Ahí la vemos, subidita en el tiesto de la hierbabuena, que ha picoteado de buena gana, igual que las ramitas del pino. Es muy gracioso verla extender sus alitas. Justamente hoy le hemos quitado los huevos, así que revolotea sobre nosotros reclamando atención. Está muy delgadita (aunque come bien), ¡la queremos tanto! Cuando se ha cansado, después de un buen rato, la hemos transportado dentro sin que Walter se percatara. Sí, la primavera ya se ha instalado definitivamente.

jueves, 28 de abril de 2011

Una cría de jilguero


(Cipreses de la plaza de Santa Clara en Toledo; la pequeña cría de jilguero)

Ahora dicen mis conocidos que los pájaros acuden a mí de algún modo misterioso, porque lo que me pasó esta Semana Santa en Toledo así parece indicarlo. Aunque vivo en Madrid, los fines de semana los suelo pasar en mi casa familiar, en Toledo; se trata de un segundo piso, y el salón tiene un mirador que queda justo a la altura de una plaza donde de pequeños jugábamos mis hermanos y yo. Era por la mañana, y escuchaba un ruido agudo muy insistente; pensé que tal vez un murciélago (que tiene un chillido agudísimo), rondaba cerca, y me asomé al mirador. Pronto vi que se trataba de un pajarito, posado en los hierros exteriores, que chillaba desesperadamente, supongo que a su mamá. Pasaban los minutos y no aparecía nadie, así que me preocupó que el pajarito cayese al suelo (aunque sin duda algo volaba, ya que estaba en el mirador... ¿o vendría de un nido en la parte superior del edificio?). Sin dificultad lo recogí, era pequeñísimo, todo él abultaba menos que mi dedo pulgar. Era muy bonito, las plumitas prácticamente estaban formadas, pero al abrir el piquito se veía un color rosado en la boca propio de las crías. No parecía tenerme miedo (otra señal infantil), y su buche creo que estaba lleno. Pareció alegrarse del calor de mi mano (hacía frío y aire en el exterior), y se quedó como adormecido unos minutos. De su mamá no había rastros, ¿qué pajarito sería? Un gorrión seguro que no, este tenía un pecho leonado muy bonito, y una cola cortísima, amén de colores más variados que los de los gorriones en distintas plumas. Y cantaba de un modo tan raro... Un par de horas después escuché el canto de un jilguero adulto, con el pecho amarillo verdoso, repitiendo una y otra vez una melodía concreta: ¡sin duda su madre estaba buscando al pequeñín! Mientras tanto yo ya estaba hecho un mar de dudas ¿qué podía hacer con una cría así? ¿me la quedaba? En casa había dado pequeños saltos, y no parecía querer huír. Finalmente, lo puse en la ventana del mirador, y posiblemente más descansado y calentito, emprendió un vuelo de algunos metros. Volvía a cantar llamando a su madre. Al poco tiempo los sonidos de la madre y el hijo, perfectamente reconocibles, parecían acercarse. No lo vi directamente, pero casi con toda seguridad se encontraron y siguieron adelante con sus vidas. En los cipreses que crecen en la plaza, muchos pájaros tienen nidos, son unos árboles perfectos porque su enramado forma capas tan densas que seguro quienes viven entre ellas pueden soportar tormentas y aguaceros mejor que en otros sitios; creo que ahí es donde viven. Desde entonces me fijo más en el sonido de los jilgueros, su música aguda y armoniosa ahora ya no me resulta indiferente, y quiero pensar que "mi" jilguerito (al que quise llamar "Tony") es ahora un vecino más de la plaza de Santa Clara.

viernes, 8 de abril de 2011

Junior a veces me pica

(Del salón en el ángulo oscuro, acompañada de mí, Junior)

Ha pasado el tiempo, Junior ya es definitivamente adulta; es más pequeña que cualquiera de sus padres, y además nuestra niña mimada. Cuando el verano pasado la dejamos en el Indiana Camp de mi primo, durante nuestras vacaciones, nos pareció lo más natural que estuviesen juntas las tres, Amélie, Walter y Junior, aunque a la vuelta la pobra Junior tenía algún picotazo en el cuello; y es que no deja de intentar juntarse con sus padres, algo que ellos rechazan violentamente. Pero bueno, no va sobre eso mi pequeña reflexión. Desde hace algunas semanas, Junior es claramente receptiva a los galanteos de su papá, Walter, quien en un descuido nuestro llegó a montarla, y en la siguiente puesta uno de los dos huevos estaba fecundado, ¡qué barbaridad! Por cierto, veremos si esa única fecundación sirve para fertilizar los huevos durante mucho tiempo, tengo entendido que las gallinas son capaces de guardar y usar el esperma de los gallos a su antojo, veremos. Caramba, tampoco era de eso de lo que quería hablar, sino del comportamiento de Junior conmigo.

Junior eligió a mi pareja como la suya, y desde entonces su humor conmigo... varía. Por la noche nos solemos poner en el sofá, viendo la tele, y Junior encima, porque no quiere quedarse sola en su nido del pasillo, y por supuesto sus papás no permiten que se junte con ellos en el nido del balcón (aunque lo intenta continuamente, pobrecita). Y a veces... Junior me pica. Ataca mis manos, yo estoy tumbado y ¡me pica!; incluso mi oreja y mi labio han soportado sus iras. Otras veces no, al acercar los dedos me los acicala amorosamente, pero no siempre. Supongo que depende de sus hormonas, de su ciclo de fecundidad; y desde luego a mi pareja siempre la trata amorosísimamente, soy yo quien está en cuestión.

En cierto modo tengo algo parecido a una mala conciencia por hacerle vivir a Junior una vida antinatural, con parejas humanas; a Amélie en cambio la liberé de eso juntándola con Walter, y aunque añoro a veces su cariño inicial, sé que ella es muy feliz, y además a su modo es también muy cariñosa. Walter también sin duda es muy dichoso... por eso me esfuerzo al máximo en que Junior se sienta feliz, ¡la tenemos tan consentida! Pero es nuestra obligación, es una cuestión de responsabilidad.


jueves, 7 de abril de 2011

Una pareja ejemplar

(Amélie y Walter tomando el sol de primavera en el balcón, aún cerrado con plástico)

Las relaciones de las tórtolas entre sí, y con los seres humanos, son complejas. Cuando Amélie se coló por la ventana, y tomó posesión de mi piso como propio, estableció un vínculo muy especial conmigo y con mi pareja: nos acariciaba, nos acicalaba, era tierna y atenta. Poco después compramos a Walter, y automáticamente formaron una pareja maravillosa. Walter es más fuerte, pero vuela mucho peor; menos inteligente, pero más constante. Amélie es puro nervio, curiosa, segura de sí misma, nunca ha intentado picarnos, ni como un reflejo; basta abrir una caja de galletas, o un paquete de lo que sea, para que atraviese la casa como un rayo y se ponga encima de la muñeca. Walter al llegar a casa sufrió bastante, no toleraba nuestra presencia, tenía miedo, se hinchaba, huía. Incluso la primera vez que vio a Amélie salió despavorido. Ahora, Amélie le ha enseñado que somos "buenos", y todo es distinto, ya no nos tiene miedo, aunque difícilmente se deja acariciar; eso sí, busca nuestra compañía, y si Amélie se posa en uno de nosotros, se apresura a hacer lo mismo. Es un galán, y pasa todo el tiempo arrullando a Amélie, a Junior, a la tórtola de la caja de comida, a su reflejo en un espejo, a su sombra...

Cuando no están turnándose en el nido para empollar los huevos, (en los periodos en que el nido aún no tiene huevos, por ejemplo ahora), disfrutan de su mutua compañía. Es un error interpretar su relación con parámetros humanos; si así lo hiciéramos diríamos que "se quieren profundamente". Pero no, es algo más simple, más natural: forman una pareja de tórtolas. Eso sí, da gusto verlas tan atentas, tan perfectamente felices. Hace un rato estaban en su nido, apoyadas en el borde con medio cuerpo fuera, pero no sobre las patas, sino tumbadas ya para dormir. Parecían dos bolitas de plumas, porque cuando están descansando las ahuecan de una forma muy graciosa. Entonces me he acordado de una imagen que vi en el Museo del Cairo, una escultura de un matrimonio de nobles egipcios, es una obra de arte muy conocida y admirable, y por un momento he sentido que Walter y Amélie me transmitían, desde su nido, la misma sensación de majestad y serenidad. Viendo la foto, hasta los colores son parecidos, ¿a que sí? Aunque, claro, los colores de macho y hembra humanos están cambiados, pero por lo demás son similares. Ahí os lo dejo.


jueves, 17 de marzo de 2011

Paulo y Romana en el Indiana Camp, meses después

(En la imagen izquierda, Romana; a la derecha, Romana y Paulo)

Hace un par de fines de semana fui al Indiana Camp, la granja escuela de mi primo, al que le regalé dos hijitos de Walter y Amélie: Paula, de color blanco, y Romano, de color oscuro. Aunque crié a estas dos tórtolas sabiendo que su destino era no vivir conmigo, (cosa además imposible, ya que tener tres en mi pisito es una hazaña enorme), cuando llegó el día de separarme de ellas casi lo hice con lágrimas, y es que ambas dormían en mi mano, y dada la costumbre de los padres de desalojar del nido a sus crías muy pronto, al mes de vida, se habían encariñado conmigo, y no digamos yo con ellas. Mi primo tenía dos tórtolas que no criaban ni ponían huevos, a mi entender machos ambas, y aunque inicialmente Paulo y Romana ocuparon un jaulón donde ellas eran las únicas tórtolas, más tarde se reunieron con la pareja de mi primo.
Han pasado seis meses, más o menos, y he querido hacer una visita. Enseguida reconocí a Paula, porque es la única tórtola blanca, está preciosa, con su plumaje ya de adulta, a mi parecer más bonita incluso que Junior, de quien es hermana. Romano me costó un poco más de localizar, aunque finalmente también lo hice. ¿Creéis que me reconocieron? Si así fue, lo disimularon mucho, ya que me huían, con el mismo pánico del resto de las tórtolas, de ningún modo me permitieron una caricia, y se sintieron aliviadas cuando salí del jaulón.
Qué tonto me sentí, con mi bolita de miga de pan en el bolsillo, pensando que tal vez acudirían a mí enseguida; recordaba con remordimiento cuando las dejé, tuve que quitármelas de encima porque me volaban una y otra vez, y ahora... Dios mío, cuánto quiero a estas tórtolas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Las tórtolas de Javier: Valentín y Valentina

( Valentín y Valentina con un progenitor adoptivo)

Nacieron el día 14 de febrero, y el 6 de marzo ya habían crecido un montón, ¡son Valentín y Valentina! Bueno, Javier no sabe aún su sexo, pero los nombres ya están puestos. Creo que van a tener un plumaje precioso, tal vez café claro. Pasarán a un jaulón con su hermano mayor, "Javierino".

domingo, 6 de marzo de 2011

La tórtola de Laura

(Chiquita, la tortolita de Laura)

Laura es una amiga de este blog, siempre cariñosa y amable, ¡y tiene una tórtola! Aquí podemos verla, en sus propias manos. Se trata de una columbina passerina, una pequeña tórtola (a menudo llamada "tortolita gris"); ¡ese plumaje es precioso! ¡parecen escamas o lentejuelas! Por si no lo he dicho ya, a todo el mundo que quiera ser feliz: ¡ponga una tórtola en su vida!

Añado algunos datos que me facilita Laura: lleva un año y cinco meses con ella, en Caracas.

¡Esperamos nuevas fotos de esta preciosidad!

martes, 22 de febrero de 2011

Las tórtolas de Javier crecen en todos los sentidos

(Fotos 1 y 2: los nuevos pollitos de Javier. Foto 3: su hermano Javierino)

Hace unas semanas un seguidor del blog, Javier, me pidió huevos para que su pareja de tórtolas los empollaran, y aunque nacieron dos pollitos solo uno salió adelante (lo vimos con su papá adoptivo, recibiendo sus consejos); he preguntado a Javier por su nombre, pero me dice que no se lo ha puesto, así que, a los efectos del blog, ese pollito lo llamaré "Javierino", y podéis verlo en la foto más a la derecha.

Además, Javier me volvió a pedir otra pareja de huevos, y el pasado día 14 nacieron dos nuevos pollitos, hermanos por tanto de Javierino, hijos de Walter y Amélie y criados por las tórtolas de Javier. A ellos pertenecen las dos primeras fotos, ¡qué monadas!

viernes, 11 de febrero de 2011

Las tórtolas también estornudan

(Madrid hoy, bajo una capa de contaminación)

Las tórtolas pueden estornudar, eso ya lo había comprobado. Especialmente Amélie es más propensa, y a veces encadena toda una racha de "¡atchís!", al principio me preocupaba un poco, pero supongo que no tiene importancia.

De lo que no cabe duda es de que la bajísima calidad del aire que "disfrutamos" estos días en Madrid (aunque el alcalde Gallardón y la concejal Botella lo nieguen, e insistan en que no es verdad), afecta a las tórtolas. Llevo viviendo en Madrid más de treinta años, y nunca había notado tan palpablemente la suciedad ambiental, tengo, como tantos otros, síntomas de una alergia, como lloriqueo, moqueo y estornudos. Y lo curioso es que mis tortolitas también lo están notando, todas estornudan de vez en cuando.

Pienso en los canarios que los mineros llevaban a las minas para detectar las emanaciones de gas grisú, y me preocupa la fragilidad respiratoria de mis amigos alados. Dicen que el domingo va a llover: ojalá. Mientras tanto, respirar en el centro de Madrid es un problema para todos. 

miércoles, 9 de febrero de 2011

Dos huevos más para Javier

(Dos huevos de tórtola)

Hace unas semanas entregué dos huevos fecundados a Javier, seguidor de este blog, para que sus tórtolas los empollasen, y de ahí nació un pollito (el otro se malogró), seguramente recordaréis las fotos del pollo ya grande. Pues bien: me ha pedido otros dos huevos fecundados, así que, si todo va bien, Walter y Amélie serán papás de nuevo en unos días. Os mantendré informados.

martes, 8 de febrero de 2011

¿Qué comen mis tórtolas?

(Junior y Amélie comiendo semillas de pimiento)

Me preguntaban en un comentario anterior sobre la comida de las tórtolas, y eso es algo que merece un comentario aparte. Aunque cada una de las tres, Walter, Amélie y Junior, tienen sus propios gustos, haré un resumen de todos ellos.

La base de su alimentación son las semillas preparadas; he probado varias marcas, y las que uso ahora las compro en Carrefour, en bolsas de 1 kg. Las comen bastante bien.

(Comida para tórtolas)

Según dice la bolsa, lleva además una serie de vitaminas, así que, en principio, esto podría ser la única alimentación de las tortolitas. Pero... no es así. Además de esto, comen:

1) Miga de pan. Les encanta, siempre y cuando sea reciente. Cuando vengo de la calle con la barra para comer o cenar, la abro por en medio, saco un trozo de miga, y voy formando bolitas del tamaño de un guisante, compactas y redonditas, que ellas engullen como si fueran caramelos. Sé que este alimento no tiene fibra, pero a ellas les gusta mucho. Voy contando las bolitas que les doy, a Walter le suministro unas 25, a las dos hembras unas 20.
2) Semillas de pimiento. He descubierto que les gustan a rabiar, de hecho se comen todas las que les puedo dar en pocos segundos. Cuando cocino pimiento, ya no tiro el rabito con las semillas del interior, sino que se lo doy a las tórtolas.
3) Arroz: Tanto crudo como cocido, siempre pican algunos granos con gran apetito.
4) Trocitos de verduras y frutas (pimiento rojo y verde, tomate, manzana, patata, zanahoria...): Siempre y cuando se lo pique en trocitos muy menudos, les gusta comer todo esto, tanto crudo como cocido.
5) Sal y azúcar. Si se lo pongo en pequeños montones, también comen un poquito de cada, y estoy seguro que les conviene.

Creo que en esto influye la imitación, ya que nos ven comer cosas variadas, preparar los alimentos... y de alguna manera intuyen que deben comer de lo mismo. Menos mal que cuando comemos pollo no se fijan mucho, si no, ¡qué susto para ellas, pobrecitas!


jueves, 27 de enero de 2011

El pollito de Javier sigue adelante

(A la derecha, el pollito hijo de Walter y Amélie; a la izquierda, uno de sus padres adoptivos)

Hace ya casi dos semanas que Javier me envió esta foto, donde podemos ver que el pollito, de casi un mes de edad, ha crecido espléndidamente; nació de un huevo de Amélie, fecundado por Walter, y empollado por las tórtolas de Javier, ya que estas no conseguían poner huevos fecundados. Me recuerda mucho a Junior en la cara, (aunque todavía tiene su pico juvenil, que luego se retrae), aunque yo creo que es mayor, de hecho da gusto ver lo lustroso que está. Sus plumas no son blancas, aunque como todas las tórtolas lleva el gen del albinismo, y por tanto sus hijos sí podrán ser blancos; a mí, personalmente, me gustan más las tórtolas que no son blancas, aunque también estas son muy bonitas, de hecho Walter, que es blanco, es quien tiene mejores plumas.

En la segunda foto vemos con claridad que el hijo no tiene collar negro, tan usual entre las tórtolas; posiblemente se deba a que Amélie, su madre, también carece de él (a pesar de no ser blanca), al igual que Walter, su padre, de color totalmente blanco. Creo que es algo bastante insólito.

Pero lo importante es que el pollito ha salido adelante, está grandísimo, y es muy bonito, ¿no os parece?

El machismo como intimidación

(A la izquierda, Amélie; a la derecha Junior. Ambas son hembras, madre e hija)

Las tórtolas son muy territoriales. Al poco de nacer, cuando apenas les han salido las plumas y empiezan a alimentarse por sí mismas, los retoños son expulsados del nido sin demasiadas contemplaciones; fue lo que ocurrió con Junior. Mis tórtolas entonces se han repartido la casa, en zonas de influencia: el balcón exterior (protegido con un plástico en invierno), es para los padres, Walter y Amélie; la repisa del perchero, en el pasillo, es de Junior. En medio está el salón, y al otro lado la cocina, terrenos de pugna abierta, aunque el salón es un poco más de la pareja y la cocina un poco más de Junior. Cuando dos tórtolas están a la vez en un mismo espacio, comienza un juego de comportamiento donde influyen el poder físico, el estado de ánimo, la presencia o ausencia de seres humanos, de comida y quién sabe cuántas cosas más.

Pero este comentario quiero hacerlo para referirme a algo bastante insólito que no hace mucho estoy presenciando. Como ya he comentado anteriormente, el cortejo del macho a una hembra se compone, entre otras cosas, de una parada demostrativa en la que el macho hincha el pecho, y realiza una serie de "reverencias" acompañadas rítmicamente con un sonido peculiar, un canto profundo a modo de grito; Walter le dedica a Amélie estos movimientos, y como macho ávido que es, también a Junior, a su reflejo en el espejo, a la tórtola dibujada en la caja de comida, y al lucero del alba si llega el caso. Hasta aquí, todo normal. Lo que ya no lo es tanto es que Amélie, estando en el salón, y con la evidente intención de achantar a Junior y echarla de la habitación, adopta este mismo papel de macho con todo detalle: se hincha y canta, exactamente igual que un macho cortejando a una hembra, a pesar de que por supuesto Amélie es hembra.

Es decir, Amélie hace la parada nupcial a su hija Junior, y esta, molesta, se va. Es una tentación hacer comparaciones con los seres humanos, y también un error. Pero de lo que no cabe duda es de que el cortejo masculino supone también una demostración de superioridad física y por tanto de dominio, hasta el punto de que una hembra lo usa para ahuyentar a otra. Esto ocurre solamente en el salón (terreno neutral), puesto que si Junior entra al balcón (cosa que intenta a menudo), es expulsada sin contemplaciones a picotazos y aletazos (tanto si en el balcón están sus dos padres, como si solo hay uno cualquiera de sus progenitores); también Junior expulsa a los que entran en su santuario.

De paso, se comprueba lo extremadamente difícil que es averiguar el sexo de una tórtola por su comportamiento, ya que por ejemplo Amélie es claramente de mayor tamaño que Junior, canta, y hasta es capaz de cortejarla; si no fuera porque pone huevos, ¡cualquiera diría que es un macho!