jueves, 7 de abril de 2011

Una pareja ejemplar

(Amélie y Walter tomando el sol de primavera en el balcón, aún cerrado con plástico)

Las relaciones de las tórtolas entre sí, y con los seres humanos, son complejas. Cuando Amélie se coló por la ventana, y tomó posesión de mi piso como propio, estableció un vínculo muy especial conmigo y con mi pareja: nos acariciaba, nos acicalaba, era tierna y atenta. Poco después compramos a Walter, y automáticamente formaron una pareja maravillosa. Walter es más fuerte, pero vuela mucho peor; menos inteligente, pero más constante. Amélie es puro nervio, curiosa, segura de sí misma, nunca ha intentado picarnos, ni como un reflejo; basta abrir una caja de galletas, o un paquete de lo que sea, para que atraviese la casa como un rayo y se ponga encima de la muñeca. Walter al llegar a casa sufrió bastante, no toleraba nuestra presencia, tenía miedo, se hinchaba, huía. Incluso la primera vez que vio a Amélie salió despavorido. Ahora, Amélie le ha enseñado que somos "buenos", y todo es distinto, ya no nos tiene miedo, aunque difícilmente se deja acariciar; eso sí, busca nuestra compañía, y si Amélie se posa en uno de nosotros, se apresura a hacer lo mismo. Es un galán, y pasa todo el tiempo arrullando a Amélie, a Junior, a la tórtola de la caja de comida, a su reflejo en un espejo, a su sombra...

Cuando no están turnándose en el nido para empollar los huevos, (en los periodos en que el nido aún no tiene huevos, por ejemplo ahora), disfrutan de su mutua compañía. Es un error interpretar su relación con parámetros humanos; si así lo hiciéramos diríamos que "se quieren profundamente". Pero no, es algo más simple, más natural: forman una pareja de tórtolas. Eso sí, da gusto verlas tan atentas, tan perfectamente felices. Hace un rato estaban en su nido, apoyadas en el borde con medio cuerpo fuera, pero no sobre las patas, sino tumbadas ya para dormir. Parecían dos bolitas de plumas, porque cuando están descansando las ahuecan de una forma muy graciosa. Entonces me he acordado de una imagen que vi en el Museo del Cairo, una escultura de un matrimonio de nobles egipcios, es una obra de arte muy conocida y admirable, y por un momento he sentido que Walter y Amélie me transmitían, desde su nido, la misma sensación de majestad y serenidad. Viendo la foto, hasta los colores son parecidos, ¿a que sí? Aunque, claro, los colores de macho y hembra humanos están cambiados, pero por lo demás son similares. Ahí os lo dejo.