domingo, 27 de mayo de 2012

El pájaro de fuego

(Amélie acicalándose las plumas)
Aparte de que las tórtolas, como la mayoría de las aves, saben volar, y eso, quieras que no, nos humilla un poquito a nosotros, tan listos, tan civilizados pero... atados al suelo, a nosotros nos parece que lo de los pájaros no es para tanto. Por ejemplo, no tienen manos, ni visión en tres dimensiones... eso nos parece que equilibra un poco la balanza de dones naturales.

Pero las plumas, además de permitir el vuelo, forman una capa versátil y maravillosa. En verano o en invierno, protegen de la temperatura exterior, y aunque yo me esfuerzo para que no tengan que soportar temperaturas extremas, me da la impresión que soy yo el digno de lástima, siempre buscando más frío o más calor, mientras Junior, Walter y Amélie parecen siempre cómodos y confortables. Seguramente parte del éxito de su cobertura de plumas es que las pueden mover, erizándolas o pegándolas a la piel. En la foto vemos a Amélie girando la cabeza sobre los tres ejes espaciales como si tal cosa, ¡está boca abajo!; lo hace solo para encontrar el ángulo perfecto que le permita limpiar y peinar sus plumitas, que de paso ha abierto en capas paralelas por la parte de su ala. A mí me recuerda un poco a esas actrices trasnochadas que llevan una boa de plumas, con la diferencia de que estas plumas van teniñas de colores naturales. Ya se dice en la biblia que Salomón, a pesar de ser riquísimo, nunca usó unas vestiduras más elegantes que las que tiene la flor más humilde; tampoco ninguna starlet ni vedette de revista musical se acercó siquiera a la belleza de mis tórtolas, (ni de ninguna otra ave).

Señores y señoras, con ustedes Amélie: el Pájaro de Fuego.