jueves, 28 de febrero de 2013

Copitos de nieve en Madrid

Junior en su "solárium" particular

Las tórtolas, como animales que son, se comportan en consonancia con los ciclos naturales, algo que las personas, tan inteligentes como nos pensamos, hemos olvidado. Hoy en Madrid caen unos tímidos copitos de nieve, y aunque en casa tenemos una temperatura de lo más confortable, para mis plumados amigos un día tan inclemente no es un día normal. Se han levantado más tarde, ya que hoy ha amanecido oscuro, y bajan su actividad al mínimo.
En la foto vemos a Junior aprovechando la estufa de infrarrojos para darse un baño de sol artificial. Es curioso, pero Walter nunca aprovecha la estufa para calentarse, y Amélie lo hace pero muy de tarde en tarde, en cambio Junior pasa sus buenos minutos al calorcito.
En cambio hay una actividad que aumenta en un día gris y mojado como es hoy: comer. Por alguna razón las tres están de acuerdo en eso, y se afanan en hacer acopio de comida, como si encontrar alimentos hoy fuera algo que no se pudiera pasar por alto. Cuando salgo a la calle, miro los árboles del jardín y pienso en los gorrioncillos y otras aves que hoy seguramente tendrán un día duro; de vez en cuando les doy la comida que mis tórtolas rechazan por "vieja" (parece mentira, pero las semillas que les pongo a la semana ya no les apetecen, en cambio según salen de la bolsa las devoran), hoy creo que será uno de esos días.
Ay, caen copitos de nieve en Madrid.

sábado, 23 de febrero de 2013

La historia de Walter

Walter posado en mi mano
Walter es el único macho en el trío de tórtolas, pareja de Amélie y padre de Junior. Desconozco su edad cierta, aunque lo compré hace unos tres años, y el chico que me lo vendió me aseguró que tenía seis meses, así que ahora tendría cuatro años, más o menos. Walter es mayor que las dos hembras, y su carácter es diferente. Es, en cierto modo, quien más ha cambiado con nuestro contacto. La idea de comprarlo vino del deseo de darle una pareja a Amélie, y la verdad es que forman una pareja envidiable, completamente enamorada si aplicamos los parámetros humanos. Cuando compré a Walter, era evidente que no estaba acostumbrado a la presencia humana; lo transportamos a casa dentro de una caja de cartón, y el pobre estaba muerto de miedo. Al llegar a casa lo soltamos, teniendo cuidado de que las ventanas estuviesen bien cerradas; inmediatamente revoloteó, por cierto muy mal, pues apenas si se sostenía en el aire (seguramente en el jaulón donde estuviese no tenía espacio, ahora ha mejorado mucho y vuela bastante mejor que entonces). Recuerdo que cuando se encontró con Amélie ambos se llevaron un susto de muerte, y salieron despavoridos en direcciones contrarias, ¡pobres! Aunque tratamos de no asustarlo, era evidente que nos huía como si fuésemos sus enemigos, y pasó días completamente mudo, en un rincón, levantando el ala si nos acercábamos. Eso sí, se fijaba en que la interacción con Amélie era pacífica, que ella sí se dejaba acariciar, aceptaba comida de nuestra mano... y poco a poco todo eso fue pesando en su ánimo, perdió el miedo, y nos aceptó. De los dos, es conmigo con quien tiene una mejor relación (mientras que Junior prefiere a Félix mil veces antes que a mí), y llega incluso a acicalarme los dedos si le acaricio el cuello, señal suprema de aprecio por parte de una tórtola.
No hace mucho ha empezado a subirse encima de mí por propia iniciativa, sobre todo si hace cierto tiempo que no nos vemos; la primera vez que lo hizo, demostrando así que me apreciaba, reconozco que me emocioné hasta las lágrimas. Y es que a las tórtolas las quiero, las queremos mucho: muchísimo. Sé que Walter ahora es completamente feliz; renovó su plumaje, bastante estropeado al principio, y ahora su traje de plumas es tupido y perfecto, (mirad por favor cómo tiene un maravilloso escudo blanco en la foto de arriba, ampliándola); aprendió a volar, se besa con Amélie a diario, y es padre de varios pollitos que ya son tórtolas adultas, la más querida por nosotros sin duda, Junior.
Walter es más torpe, más miedoso y menos inteligente que Amélie y Junior; pero estoy orgulloso de que me tenga por amigo, y para mí no hay otro macho igual.

martes, 19 de febrero de 2013

Pereza invernal

Junior está amodorrado... ¿ves sobre qué? No es un cojín...
Han pasado varias semanas desde la última entrada del blog. Y es que cuesta encontrar novedades en estas semanas de invierno, porque las tórtolas bajan su actividad al mínimo. Recuerdo haber leído hace tiempo que una lectora del blog comentaba que su tórtola, que dormía en una caja, los días muy grises ni se tomaba la molestia de levantarse... Walter, Amélie y Junior no llegan a tanto, pero pasan muchas horas hechos unas bolitas de plumas, dormitando, y moviéndose solo para comer. Por cierto, que comer sí que comen, yo diría que con más apetito de lo normal, pero aparte de eso su actividad está bajo mínimos.

A la hora de la siesta, como siempre, Junior (si no está empollando huevos), toma posición sobre Félix y se apoltrona del modo más descarado... es inexorable en sus costumbres: la siesta sobre Félix, las últimas horas antes de acostarse, sobre mí, en la habitación contigua... Ah, y lo irse a dormir por la noche es una risa, porque Junior pretende siempre dormir en la cama, cosa que no le permitimos, claro, ella tiene su nidito sobre el perchero de entrada (el perchero tiene una pequeña plataforma, muy a propósito), pero el único modo de que se quede allí es ponerla y apagar inmediatamente todas las luces, para que no se plante en la cama de un vuelo... un retraso de unos segundos en apagar, y ya está Junior en la cama, con lo que tenemos que volver a empezar... Eso sí, en cuanto la luz diurna se lo permite, (ahora más o menos a las 8 de la mañana), se planta en la cama, así que se puede decir que nos sirve de despertador. Esto mismo lo hacía Amélie en los primeros tiempos, cuando era ella la única tórtola de la casa, pero desde que se emparejó con Walter ya no llega a tanto como para dejar el nido común y venirse a la cama... por suerte para todos.